Michoacán

Diario de la peste, covid-19 y memoria del 2020

Rosario Herrera Guido

¿Cómo leer hoy, en medio de la crisis del coronavirus, las palabras de Daniel Defoe, William Shakespeare y Giovanni Boccaccio sobre las viejas pestes? ¿Podremos construir hoy un diario del año de la pandemia?

Andrés Gattinoni     

I

Quién iba a imaginar que el Diario del año de la peste de Daniel Defoe (Impedimenta, Madrid, 2011), estaría este 2020 en las manos y la mirada ávida de múltiples e inimaginables lectores. Una crónica periodística o relato novelado de la plaga que asoló a Londres (1664-1666). Por ello, el  diario más buscado, al lado de La peste de Albert Camus, está agotado y las editoriales Impedimenta y Alba preparan reediciones. Defoe, más famoso por Robinson Crusoe, tan filosofado por Michel Tournier, en su Viernes o los limbos del pacífico (Alfaguara, 1992), escribe este relato novelado para heredar a la humanidad una constancia de las miserias y las pocas virtudes que deja a cielo abierto una pandemia.

Una bitácora del desarrollo de una plaga, el comportamiento y la inevitable condición humana, cuando se emiten las alarmas. Inverosímil, como el eikós griego, al que recurre Aristóteles en su Poética, para lograr balbucear la tragedia griega de Edipo. Inimaginable que el Diario del año de la peste podría llegar a ser un espejo del drama planetario del covid-19, después de tres siglos y medio, en que los relatos logran evocar el tema del eterno retorno de Nietzsche o la repetición de Freud (Nächtraglichkeit). Una repetición con diferencia, como advierte Gilles Deleuze, pero repetición al fin.

Un diario que no deja de ser una historia de terror, relatada y novelada con vivacidad siniestra, surrealista o hiperrealista, porque Defoe tenía cuatro años cuando sucedieron los funestos hechos. Todo está recreado pero, sabemos por Lacan, que “la verdad tiene estructura de ficción”. Aunque Defoe, para darle un tono realista, recurre a los tratados médicos de John Quincy y Nathaniel Hodges (uno de los pocos médicos que no huyó de Londres). El lector -dice Defoe- que se asoma al Diario del año de la peste, reconoce más al reportero que al novelista, que selecciona los sucesos apasionantes, trágicos, moralizantes, humorísticos, incluso exigiendo responsabilidad al gobernante y proponiendo a los ciudadanos los medios para sobrevivir a la epidemia.

La gran lección de Defoe es empezar por el recuento de muertos, día tras día, semana por semana, no tan distinta a la información de los actuales diarios, mientras circulaban, como ahora, amuletos, escapularios, remedios mágicos, curanderos y pócimas, Pero la medida efectiva para evitar la expansión del contagio era, entonces como ahora, el confinamiento en casa, que justo porque la prohibición va de la mano de la trasgresión, como enseña Georges Bataille, no faltaba quien se saltara las restricciones igual que en nuestros días los vecinos de todo el mundo, Italia, Madrid, New York o México, pero con medidas higiénicas más deficientes que las de ahora, aunque con obstáculos parecidos a la cruzada contra el cubrebocas desde el gobierno, en espera del conocimiento de los gérmenes de Pasteur, que llegarían en 200 años, muchos más que las vacunas genéticas exprés de hoy en día contra el covid-19, que al dar demasiada esperanza han acelerado las conglomeraciones de las fiestas de invierno y los contagios, las hospitalizaciones y las muertes.

Defoe, el talabartero, aunque libre entonces del capitalismo, como teme que su negocio peligre, decide no abandonarlo. Pero el cierre del puerto de Londres, se convierte en una amenaza para la incipiente macroeconomía y puede provocar el colapso de las mercancías y el comercio, como en nuestro tiempo.

II

En Madrid, la Puerta de Alcalá, que ahí está desde hace más de dos siglos y medio, presencia desde 1778, las guerras civiles del siglo XIX, la Guerra Civil Española (1936-1939), el Nacimiento de la Democracia (1975) y ahora lo inverosímil (según el eikós aristotélico propio de la tragedia), la pandemia de covid-19 que, como en otras naciones, al principio no fue tomada en serio por el gobierno centroizquierda de Pedro Sánchez y la juventud, a la que desde el principio se le dijo que no le iba a pasar nada, pero que cuidaran a los abuelos, y en la primera ola tuvo que llegar a ocupar El Palacio del Hielo como depósito de cadáveres.

Una pandemia que deja a España con más de 60 mil muertes, un nivel de pobreza como no se había vivido desde la Guerra Civil Española, con 10 millones de pobres y una contracción económica que la OCDE calcula de más del  15% para este 2020, y con un nivel de desempleo de más del 25% hacia 2021. Y cuyos primeros signos vitales pueden esperarse en 2022, pero con un tímido crecimiento. Incluso con la vacuna que comenzó el domingo 27 de diciembre, para que advenga una “nueva normalidad”. Una regularidad ya frustrada, pues la famosa y concurrida Feria de Sevilla del próximo mes de abril ya se anuncia cancelada.

III

En Nueva York, el covid-19, recorrió todas las estaciones, desde la primavera hasta entrando al invierno, viviendo un rebrote, con un trauma que golpeó la condición humana, a causa de un torrente de pérdidas que no dejan de penarse por 24 mil muertes, personas con historias y familia, pero en total soledad, que sigue calando hondo en el ánimo de los estadunidenses, en uno de los países más golpeado por la pandemia planetaria, debido a la ignorancia, la frivolidad, la desvarío del gobernante  y una grotesca manipulación de la biopolítica.

Nueva York sigue afectado por la crisis emocional, sanitaria, económica, social y cultural, a pesar de la esperanza en las vacunas, que para unos traen alivio y para otros el rechazo al cambio genético y el control político. Una ciudad desierta, cuya postal nevada del Central Park muestra la detención en el tiempo de un filme de ficción, con la impensable desolada 5ª Avenue, los otrora concurridos teatros de Broadway, los solicitados museos, el Met y el  Moma, desolados. Una de las peores crisis, después de la depresión de 1929, con un déficit de 15 mil millones de dólares y un masivo desempleo, pues sus  principales industrias son los museos, los teatros y los conciertos, que han permanecido apagados desde marzo  en la Gran Manzana, confrontada desde todos sus ángulos este 2020.

Pero el desplome de Trump, según me dicen amistades de New York y San Francisco, a pesar del desastre del manejo biopolítico que le imprimió a la pandemia, nuevamente abre el horizonte a la esperanza actual y por venir.     

IV

Italia, el primer país europeo golpeado por la pandemia de covid-19, surgida en Wuhan y exportada supuestamente a Bérgamo por unos investigadores que fueron a un Congreso. Ahora, después de todos estos meses, como a los  jóvenes se les difundió, igual que en todo el mundo, que no les pasaría nada, sólo a los enfermos o personas de la tercera edad, con sus escuelas y universidades cerradas se dedicaron a festejar y contagiaron a sus padres y abuelos. Como me compartió con extremo dolor,  mi amigo napolitano, el filósofo Stefano Santasilia: “No tengo a quién darle el pésame”.

El año 2020 agoniza con un gran pesar, pues no se sabe lo que sigue los próximos días; aunque se habla de nuevas restricciones ante una tercera ola de contagios, tras un confinamiento muy estricto y medidas represivas, desde marzo, al filo de las fiestas de invierno. Durante todos estos meses se viene esperando que Italia se reponga de las crisis sanitaria, económica, emocional, moral, política. Porque cuando la pandemia se superó, se dio la apertura y los viajes, produciendo un creciente contagio y numerosos decesos.

Una imagen siniestra marcó a Bérgamo y a toda Italia, los camiones militares que se llevaban los ataúdes fuera de la ciudad más afectada durante la 1ª fase de la pandemia, con su número de muertos sin nombre y en total soledad. Una experiencia que ha dejado a cielo abierto la fragilidad de tod@s: ricos y pobres, blancos y negros, buenos y malos.

Pero, como enseña Goethe: “No hay futuro sin esperanza”. Ahora la Campaña de la Flor de cinco pétalos, para florecer, está estampada en la cubierta de la tienda donde se va a aplicar la vacunación masiva, con el lema: “Renace a través de la vacuna”. No sin incertidumbre, pues la vacuna no garantiza el fin de la pesadilla.

V

Sudamérica, viviendo un mal de muchos y de todos. No sólo por Brasil, que es el gigante de la región, que supera los 6.5 millones de infectados y 186 mil muestres; Argentina, 1.3 millones de infectados y 3, 623 decesos; Colombia supera el millón de contagios y 30 mil defunciones; Chile 130 mil contagios y 1,600 fallecimientos, y Perú tiene el 5° lugar en la región, con 1.3 millones de contagios y más de 28 mil víctimas. Todos con un sistema de salud y una economía colapsada. A pesar de que sus gobiernos invirtieron porcentajes importantes como medidas para atenuar el impacto de la caída económica.

Mientras Japón, Luxemburgo y Bélgica, países de primer mundo, destinaron 21%, 20% y 19% de su Producto Interno Bruto (PIB), para combatir la pandemia y sus funestas consecuencias, el promedio global en América Latina fue de 3.7% del PIB De los que sobresale México, mas no por espléndido, olvidando el lema “primero son los pobres”, sino por su indigente tasa del 1.1% del PIB y 0.7% para salud, que desencadenará una caída del PIB del 9% y una tasa de pobreza de 49.5% para este 2020.

No cabe duda que las imágenes que dieron la vuelta al mundo, con los muertos en las calles de Guayaquil, marcaron la pauta de lo que sería la pandemia en Sudamérica, una de las más afectadas del planeta, que se replicaron en el Perú, donde mucha gente murió en sus casas, a la llegada al hospital o en los pasillos de las clínicas, como en México.

VI  

El doctor Antonio Lazcano, miembro de El Colegio Nacional, este pasado 19 de diciembre, declaró en entrevista con la TV Milenio de México, que ciertamente con las vacunas se vislumbra una luz al final del túnel, pero que es largo, por lo que la población debe estar atenta a las medidas de protección, para evitar el contagio: guardando la sana distancia, usando el cubrebocas, lavándose las manos, evadiendo tocarse boca, ojos y nariz, además de evitar reuniones y conglomeraciones.

Tenemos ejemplos, como el de Tailandia –sigo a Lazcano- que desde el comienzo de la pandemia de covid-19 le apostó al cubrebocas, y ya logró un control de la pandemia admirable. Pero en México, la cruzada contra el cubrebocas que comenzó el Presidente de México y la secundó a quien designó de responsable de la prevención y control de la pandemia, el doctor Hugo López-Gatell, que se prestó desde el principio a jugar cartas con la biopolítica, esa peligrosa mezcla de política y sanidad, respaldando el deseo político-religioso del Presidente, a propósito de que no se iba a contagiar por la protección que le daban sus escapularios, amuletos y su estatura moral. Un científico que con frecuencia se presenta en público con corbata guinda, para no quedarse fuera de la foto del partido en el poder.   

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